viernes, 2 de noviembre de 2012

desvestido al frío.


Tengo una pena honda,  profunda, así como un suspiro al frío. Una pena que nace en el centro de mi vientre y se deposita junto al pecho. La escucho en los minutos ciegos, en esos donde la risa no me alivia ni me asiste. Estoy desorientado, como se está cuando no conoces el lugar; no encuentro ni tengo deseos de encontrar.  Con el orgullo herido, o más bien,  con el corazón envenenado. Maldigo a la injusticia porque hoy me tiene por víctima. En fin, maldigo a las causas y  maldigo sus agravios.

sábado, 29 de septiembre de 2012

como las abejas a la miel


Te quiero, como se quiere cuando uno no piensa en querer; es como el cariño que se alimenta del cariño, o como un beso que se justifica por sí mismo. Te quiero porque sí, porque no necesito que me quieras para hacerlo.

Siempre que no estás y pienso en ti, recuerdo el primer día: estabas tú, a un par de asientos de distancia; y estaba yo, ensimismado en mis labores. Mi conclusión es que eres una  suerte de destino, ineludible y dulce, como el de las abejas a la miel.

Me enamoré, he ahí el meollo del asunto.



viernes, 31 de agosto de 2012

bajo tu cielo.


Cada vez que viajo en bus parece que volviera a ver tus ojos insistentes, por eso siempre escojo la ventana, tal como aquel día, y miro al frente en busca de  tu reflejo; de tu perfil perdido entre el paisaje, de tu profusa barba y de tus labios arqueados. Un día ordinario, uno más de la vorágine, una mañana diluida entre mis labores, así fue ese primer día. Sin embargo, todo tiene su momento bajo el cielo,  y yo, sin ser dueño del todo ni la parte de cada cosa y su lugar, debía conocerte. Debía cruzar el hilo que comenzó a colgar entre nuestros cuerpos, responder a tu llamado, y a mi necesidad.

Un primer café, una tarde fría, un invierno por antonomasia y tu rostro desafiando al mío, expectante. Una primera conversación bajo la luna destemplada. Frío, desamparo, carne y deseo. Tú, buscando en mis expresiones la respuesta. Yo, ensimismado en no perder el control, desafiando a mi naturaleza. Me diste un abrazo inesperado, para luego ser embestido por tu boca,  tu boca furibunda, heroica y adictiva.

Así caí, profundo y sin garantías, como la existencia misma. Conquistaste cada rincón de resistencia, cada pedazo de hostilidad, todo intento de anarquía y rebelión. Mi cuerpo no es sino el ejemplo de la victoria, del terreno fértil en donde se emplaza tu reinado. Te reclamo responsable de mis pensamientos, de las emociones que se alzan hacía el cielo, del brillo de mi piel, de lo oscuro de mis ojos y del calor que emana de mi vientre.

¿Sabes? Jamás pensé que acceder al universo estaba tras el roce de dos manos, tras el beso de dos bocas, o tras una noche persistente.

Te quiero, una y mil veces. 

lunes, 6 de agosto de 2012

el andamio de tus ojos.


Bienaventurado todo aquel que le tema a las miradas. Mirar parece un ejercicio común, una cuestión adosada a nuestra propia naturaleza, como quien camina, ríe, piensa o se alimenta. Pero no, mirar es un acto complejo. A diferencia de los más comunes actos de sobrevivencia, el mirar nos pone de manifiesto frente a otro, ante los ojos de un tercero de igual o superior poder, y de cara con las intenciones, sean estas claras o subrepticias. Mirar algunas veces es amor, deseo o idolatría, en otras es desprecio, odio o indiferencia. Es así, mirar no es mirar, sino expresar. Fue una mirada la que me trajo a estos parajes, la que incendió un montón de ramas viejas que ahora arden con desespero. Fue una mirada la que endulzo mis mañanas, tardes y noches. Fue una mirada la que me inclinó a escribir de lo dócil, lo pequeño y lo sencillo. Vaya poder y vaya verdad, lo humano y lo divino jamás estuvieron más cercanos.


martes, 10 de julio de 2012

enhorabuena.



Tu estadía por mi cuerpo fue más larga que el tiempo que tus manos lo rozaron. Vaya verdad, verdad de aquellas que no resisten más interpretación: te quise. Quise de ti como se quiere a la lluvia en el invierno; quise quererte y que me quisieras, así de simple. Te aprisioné en un montón de letras, en un montón de sueños, en un montón de ideas. Te robé las alas y olvidé las mías. Te condené a un destino cruel dentro de mi propia vida, tan inmerecido que pedir perdón aún no me resulta suficiente. Perdón por darte un valor que no deseabas, un sentido que jamás buscaste y un final tan gris. Jugué, le aposté a la vida de cara contra la realidad, me declaré muerto una y otra vez,  y sólo hoy, cuando ver tu foto solo habla de ti, caigo de cuenta en mi verdad. Verdad y libertad, quizá dos cosas que jamás han podido ir por separado. Hoy ya estás lejos, mas no por mis palabras, sino por la fuerza de los hechos. Enhorabuena.

No ha sido el sol, sino el frío quien me trajo aquí. Con él me voy, porque él me quiere bien.

Ya lo dijo Amy: “He walks away, the sun goes down, he takes the day but I'm grown, and in your way, in this blue shade, my tears dry on their own(…)”



domingo, 3 de junio de 2012

back to black.

Hoy, en un juego sin pretensiones, cada cual era una diva del pop; cada cual reflejaba - con su carácter, actitud, personalidad o lo que sea - una diva del pop; cada cual era era una diva del pop que el resto le escogía. Me tocó, todos miraron, como buscando detrás de mi mirada al personaje. Amy Winehouse dijo uno, todos asintieron con el mismo entusiasmo. Ellos no sabían cuánto la amo, ellos no sabían cuán feliz me hicieron.

No hay cosa más difícil que la muerte, mas no la física, sino la de una expectativa. A mi suerte, y la de todos, la muerte nunca viene sola, sino siempre de la mano con la vida.

ya lo dijo Amy: i died a hundred times. 

sábado, 26 de mayo de 2012

mayo.

En mayo, el amor se oculta entre las sábanas, en el calor de los abrigos, en los rayos tibios de un sol esquivo. En mayo, es un imperativo no bajar los brazos, no perder la orientación de lo que hacemos, ni la sustancia de las cosas, como de nosotros mismos. En mayo, es tiempo de quitar la venda de los ojos, o de morir en el desenfreno de dos bocas. Mayo es el mes de la anarquía y el amor.

jueves, 24 de mayo de 2012

pies, no me fallen ahora.


Mi bien amado Claudio, acá, en Viña, los días están húmedos, húmedos y fríos, apropiados para mayo, para enamorarse y para escribir esta misiva. Hace tal vez una semana, cerca de las diez de la mañana y camino a clases de filosofía, vi a un hombre de figura similar a la vuestra, o a lo menos de la que tuviste hasta hace un par de años. Me pregunté si él también olería a café, si sus manos serían igual de tibias o su pecho igual de cómodo. Jamás, dije para mis adentros. Luego, no pude sino pensar en ti, le di rienda suelta a mi memoria inagotable, consciente del daño, de tu ausencia y de mi desamparo.

Así fue cómo caí bajo el peso de mis letras, pues decidí, luego de casi una semana, librarme del recuerdo, o más bien del dolor torcido que lo envuelve; no es justo para ti, no es justo para mí.

¿Recuerdas todo el tiempo que pasamos sentados en la banquita del Paseo Yugoslavo? La imagen es tan nítida: tu mano tibia sobre la mía fría, la brisa destemplada de mitad de junio, un montón de charcos sobre el piso,  el olor a tierra mojada en la plazuela. Arriba un cielo oscuro, atiborrado de nubes persistentes,  tanto como tus ojos sobre mí. Espero lo recuerdes a tu modo, quizás más pragmático que el mío, pero siempre asertivo. Fueron tiempos en donde todo me pareció tan nuevo, tan dulce y tan mío.

Mi muy querido Claudio, espero no intimidarte a estas alturas, bien sabes que mis manos rechazan todo medio de censura. Aprovecho,  sin ánimos de arruinar el recuerdo,  pedir disculpas por lo agresivo que fui en nuestro último paseo, ya ni recuerdo la razón de mi molestia, pero estoy convencido que tú no eras el problema.

¿Qué será de ti, de tu corazón o de tus sueños? Es tanto lo que jamás sabré; tanto en lo que esperé estar presente y no lo estuve; tanto lo que imaginé y tan poco lo que conocí. Espero, con toda el alma, seas carne de todos tus deseos.

Es estremecedor observar cómo ha transcurrido el tiempo, cómo las estaciones, las personas y los momentos han pasado; los recuerdos se quedan relegados en algún lugar de la memoria, como imágenes impregnadas de olor, de vida y de colores fenecidos. Eres tú el único que ha logrado traspasar los embates de la existencia misma, como si desligarme de ti fuera al mismo tiempo desprenderme de mí. Eres imperecedero y mío, como la mentira lo es a la verdad.

Recibe un abrazo dulce, el más dulce que hayas tenido ocasión de recibir.
Siempre aquí, siempre en ti;
César. 

domingo, 29 de abril de 2012

lo inevitable.

Te observo. Te miro. Te veo. Te contemplo. Te hago mío, muy mío, tanto que no recuerdo ni tu nombre. Eres parte de mi, eres yo, como mis manos lo son de mi cabeza. Te deseo, mucho, más que mucho, muchísimo, y quizá escribir implica al mismo tiempo limitarme, es como darle un nombre a los impulsos, o trazarle una misma ruta a la sangre tibia y desbocada.

Te pienso. Te analizo. Te imagino, Te proyecto. Sea día, sea noche; sea claro, sea oscuro; sea frío, sea cálido. Veo el sol y es como ver tu cuerpo en movimiento; veo cómo caen las hojas en otoño y me acuerdo del destello de tus ojos, de tu brillo destemplado, pero tuyo propio; veo como se deslizan las gotas de la lluvia en la ventana y es casi estar frente al sudor que caía de tu espalda.

Te privo de conducta. Domino tu cabeza con la fuerza de la mía. Te cosifico. Te tomo como medio y te transformas en mi fin. El más hermoso de todos los finales.

Tengo miedo, desde punta a punta, desde extremo a extremo y desde norte a sur. Mas no por ti, sino por mi.


jueves, 19 de abril de 2012

la despedida.

Tú no eres el culpable, ni en el todo ni en la parte. Soy yo quien no ha entendido, que no te pertenezco ni tú me perteneces. Disculpa el odio que de mi tú has recibido, es más injusto que la vida, más amargo que la hiel y más duro que escribir. Caí bajo, bajo y tan bajo que ya no distingo sombras, personas ni verdades. Sé bien que no eres tú el escollo del camino, la piedra hostil que detuvo el vuelo o el pérfido asesino detrás de la cortina. Tomé y abusé de tu existencia, consumí tu imagen para no constatar la perdida inexorable de la mía. Debo – y me debo— desprender de ti, o más bien, de todo lo que he creado en torno a tu nombre. Es un imperativo, un favor, un gesto y un mejor amanecer.

domingo, 15 de abril de 2012

el amanecer.

Abro mis ojos, te veo. Abro mis ojos, me besas. Abro mis ojos, me aprietas contra el pecho. Abro mis ojos, me sonríes. Abro mis ojos, me observas. Abro mis ojos, duermes profundamente. Abro mis ojos y tú también lo haces. Abro mis ojos, me tomas la cintura. Abro mis ojos, estás sobre mi. Abro mis ojos, te vistes al costado. Abro mis ojos, me dices hasta pronto. Abro mis ojos, me tienes acorralado entre tus piernas. Abro mis ojos, huelo tu torso. Abro mis ojos, no estás.

Todo historia tiene su principio, así como todo día tiene su propio amanecer. Buscaré los míos.

viernes, 30 de marzo de 2012

Abril.

Te condeno a conocer a la nostalgia, al desconcierto espiritual; te sentencio a un otoño frío, agrío, reseco y maldecido; te reto a la soledad genuina, a vivir sin vivir en ti, a desgastar tu dignidad, a abrazar la nadería y a reír sin ganas de reír.


lunes, 19 de marzo de 2012

maldigo.

Qué puedo hacer para desterrarte, para quitarte de esta piel que ruega por no ser dejada en el olvido, que no puede dejar de estremecerse frente a tu recuerdo; relegada a un momento frágil, a una emoción supuesta y dolorosa. Aún soy capaz de sentir el sonido agitado de tu boca mientras recorrías cada recoveco; el peso de tus manos cuando las posabas en mis muslos; o la profundidad que le imprimías a tus ojos, como el mejor de los actores, en el mejor de sus papeles.

Malditas emociones que no encuentran complemento, que se desvanecen en el aíre sin destino; desorientadas, desconsoladas y vacías. Cual fruta fuera de su tiempo, comienzo a pudrirme de manera indeclinable, mi sabor se torna amargo, va agotándose mi vida y me repleto de trozos que han perdido su sentido. Personas, lugares, lágrimas y besos que ya no encuentran fundamento, que no se bastan a si mismos y que sólo sirven para esto, para generar un montón de letras fulgurosas.

Qué hiciste con mi voluntad, con el brillo natural y con la luna que ya no logro disfrutarlas; qué hiciste con las esperanzas, con el frío del otoño y con mi imaginación que ya no logro ni buscar. Por ahí he escuchado un par de frases naturales de que el corazón no sabe de razones, de que los vínculos pueden ser eternos cuando el amor es verdadero, o de que tocará mi puerta en el momento menos esperado. Tómalas a todas como una forma de reproche, como una maldición lanzada al alto cielo de quien ha decidido alzarse frente a toda verdad indiscutible, como un rebelde iracundo y egoísta. Recibe esta misiva furibunda como la manifestación más genuina del amor y sus brujerías.

sábado, 3 de marzo de 2012

Cinco para las ocho.

Cinco para las ocho de la tarde, el té está sobre la mesa, tú de frente mirando hacía la puerta y yo, aproximándome a su marco. Te ves fresco, de aspecto religioso, como una mezcla de paz y de dolor patente. Estaba nervioso, tu mensaje de hace dos horas solicitando mi presencia parecía escrito con vehemencia, no terminé ninguna de las cosas que tenía como pendientes, me parecían anodinas frente a tu necesidad. Ahí estaba, puntual como pocas veces, frente a tu rostro circunspecto. Una vez que cruce el umbral, mis manos comenzaron a sudar y mis piernas a flaquear, como si mi cuerpo todo se rindiera ante algo superior. ¿Estás bien? Lo escuché de fondo entre mi vahído, me sostengo de tu brazo y te respondo: “sí, sólo es un poco de cansancio” ¿qué pasó, porqué la urgencia en tu mensaje? Mentí, me sentía mal y no quería escucharte, le tenía pánico a cada palabra que escapara de tu boca, pero no podía negarme o esperar a que olvidaras lo que ibas a decirme. “Primero toma asiento, tengo el té sobre la mesa” esbozo una sonrisa, discreta, pero sincera, después de todo eso aplazaría al dolor o el té me ayudaría a diluirlo.

Todo bien dispuesto, una mesa bien sencilla, dos tazas, un poco de pan y un par de cosas dulces, de esas que normalmente disfrutaba por las tardes. Miro todo con nostalgia, como si me despidiera por adelantado de todos los detalles, de lo feliz que era hasta hace un par de horas.

Bebo un poco de mi té, te miro y me pareces despreciable, sí, despreciable. Tu paz, esa parsimonia con la que dispones cada cosa, el modo en el que cortas queso o me ofreces pan. Qué diabólico me parece lo que haces, tener todo predispuesto, actuando con falsa simpatía para luego disparar. Jamás esperé algo similar de ese momento, sabía bien que nada es para siempre, pero confiaba en tu criterio, en esa empatía de la que me había enamorado.

Tomas mi mano, me erizas cada pelo y de paso destruyes todo lo que pensaba hace un momento. Tus labios estaban prestos a romper cada espacio de mi cuerpo; yo, comencé a llorar, ya no soporté la idea de escucharte, de estar frente a tu rostro y no besarlo. “Hey, escúchame, es importante”; “Okey, lo siento, es sólo un poco de estrés” afirmé con la cabeza, mientras secaba mis ojos con una servilleta que habías dispuesto bajo un plato. Una vez que terminé, subí la mirada, encontré la tuya y tuve el valor de guardar silencio y enfrentarme a tu declaración.

Tú, decidido y empoderado, sonríes, amplias el ceño y luego dices: lo he pensado bien, muy bien y quisiera que tuviéramos un hijo –te corriges- o hija, da igual. Sé que aún no podemos, pero si todo sale bien en marzo se aprobará la ley. ¿Qué te parece?

sábado, 28 de enero de 2012

Es azul y negro.

Doloroso infierno, lánguido recuerdo de dos rostros enrostrados, corriente fulgurosa de extremos puntiagudos; perdón y olvido como gotas que caen a diferente velocidad, bidireccionales, sin destino ni sustancia. Amor insano, quizá el único que existe, ése que relega, traiciona y permea en tus rincones, del que no conoce la prudencia ni el pudor, es él un todo, arrogante y absoluto, tal como las olas en invierno o el parpadeo de unos ojos negros.

viernes, 27 de enero de 2012

Corazón caído.

Entre mis sueños suelo ver tu sonrisa embravecida, tus ojos con ese brillo inalterable, como el sol de madrugada y sus matices. Veo tus dientes, como dos corridas blancas de soldados orgullosos prestos a lucir su luz, su intensidad toda a cada carcajada. Tu rostro vivo, colmado de energía vital, de esa vida que a mi se me hace tan esquiva y que en ti parece brotar con naturalidad entre tus poros. Me detengo entre los reflejos de tu pelo, en ese color extraño que no parece oscuro ni tan claro, una mezcla de los tonos de la tarde, del trigo y de los granos de café.

No sabes cuántas veces me carcomen los deseos de no volver a despertar, de culminar ahí conmigo, sé que puedo sonar algo drástico, fuera de lugar o sin razón, pero no puedo negar a mis emociones, ponerlas a un lado y hacer de cuenta que jamás han existido. Siempre es igual, tal como la historia de mi propia vida, pleonasmos innecesarios y uno que otro atisbo de un afecto que se reputa como transparente.

Tú, mirando desde la ventana, yo, desde el otro extremo de la pieza, observo parsimonioso cada movimiento de tus dedos, del jugueteo incesante que haces con ellos en el marco; me gusta su sonido, es un tarareo de tus manos, un recuerdo de la canción que escuchaste en la mañana. Volteas y ahí estoy yo, con mis piernas flectadas hacia la izquierda, con el netbook sobre ellas y mis lentes a medio poner perfilando el ceño. ¿Será necesario recordarle que lo amo? Siempre he creído que ésa es la pregunta que deambula en tu cabeza en aquel instante, te ríes y no paras de hacerlo de manera compulsiva, me extiendes el brazo y me llamas hacía a ti. Me levanto contagiado en tu entusiasmo, me invade una ansiedad por estar entre tus brazos, me angustia pensar que estuve un momento lejos de tu cuerpo, que fuiste acariciado por el viento y que yo no había reparado en ello. Una vez frente a ti, a medio metro de todo lo que significas y a centímetros de mi felicidad más plena, me elevo, levito guiado por una fuerza externa, tosca y distante, me golpea contra el techo de la pieza y caigo de una sola vez de cara contra el suelo. Despierto, mi cara, mis brazos y mis piernas siguen indemnes frente al daño; todo ha sido un sueño, al menos para mi cuerpo.

domingo, 22 de enero de 2012

Amy Winehouse - Our Day Will Come: Amy Winehouse Tribute



Nuestro día llegará, tú serás tan mío como yo de ti. No logré acabar con el amor, soy un ávido condenado a él y él, aunque no lo quiera, también lo está de mi.