Tengo una pena honda,
profunda, así como un suspiro al frío. Una pena que nace en el centro de mi vientre
y se deposita junto al pecho. La escucho en los minutos ciegos, en esos donde
la risa no me alivia ni me asiste. Estoy desorientado, como se está cuando no
conoces el lugar; no encuentro ni tengo deseos de encontrar. Con el orgullo herido, o más bien, con el corazón envenenado. Maldigo a la
injusticia porque hoy me tiene por víctima. En fin, maldigo a las causas y maldigo sus agravios.
viernes, 2 de noviembre de 2012
sábado, 29 de septiembre de 2012
como las abejas a la miel
Te quiero, como se quiere cuando uno no piensa en querer; es
como el cariño que se alimenta del cariño, o como un beso que se justifica por
sí mismo. Te quiero porque sí, porque no necesito que me quieras para hacerlo.
Siempre que no estás y pienso en ti, recuerdo el primer día:
estabas tú, a un par de asientos de distancia; y estaba yo, ensimismado en mis
labores. Mi conclusión es que eres una suerte de destino, ineludible y dulce, como el
de las abejas a la miel.
Me enamoré, he ahí el meollo del asunto.
viernes, 31 de agosto de 2012
bajo tu cielo.
Cada vez que viajo en bus parece que volviera a ver tus ojos
insistentes, por eso siempre escojo la ventana, tal como aquel día, y miro al
frente en busca de tu reflejo; de tu
perfil perdido entre el paisaje, de tu profusa barba y de tus labios arqueados.
Un día ordinario, uno más de la vorágine, una mañana diluida entre mis labores,
así fue ese primer día. Sin embargo, todo tiene su momento bajo el cielo, y yo, sin ser dueño del todo ni la parte de
cada cosa y su lugar, debía conocerte. Debía cruzar el hilo que comenzó a colgar
entre nuestros cuerpos, responder a tu llamado, y a mi necesidad.
Un primer café, una tarde fría, un invierno por antonomasia
y tu rostro desafiando al mío, expectante. Una primera conversación bajo la
luna destemplada. Frío, desamparo, carne y deseo. Tú, buscando en mis
expresiones la respuesta. Yo, ensimismado en no perder el control, desafiando a
mi naturaleza. Me diste un abrazo inesperado, para luego ser embestido por tu
boca, tu boca furibunda, heroica y
adictiva.
Así caí, profundo y
sin garantías, como la existencia misma. Conquistaste cada rincón de
resistencia, cada pedazo de hostilidad, todo intento de anarquía y rebelión. Mi
cuerpo no es sino el ejemplo de la victoria, del terreno fértil en donde se
emplaza tu reinado. Te reclamo responsable de mis pensamientos, de las
emociones que se alzan hacía el cielo, del brillo de mi piel, de lo oscuro de
mis ojos y del calor que emana de mi vientre.
¿Sabes? Jamás pensé
que acceder al universo estaba tras el roce de dos manos, tras el beso de dos
bocas, o tras una noche persistente.
Te quiero, una y mil veces.
lunes, 6 de agosto de 2012
el andamio de tus ojos.
Bienaventurado todo aquel que le tema a las miradas. Mirar
parece un ejercicio común, una cuestión adosada a nuestra propia naturaleza,
como quien camina, ríe, piensa o se alimenta. Pero no, mirar es un acto
complejo. A diferencia de los más comunes actos de sobrevivencia, el mirar nos
pone de manifiesto frente a otro, ante los ojos de un tercero de igual o
superior poder, y de cara con las intenciones, sean estas claras o
subrepticias. Mirar algunas veces es amor, deseo o idolatría, en otras es
desprecio, odio o indiferencia. Es así, mirar no es mirar, sino expresar. Fue
una mirada la que me trajo a estos parajes, la que incendió un montón de ramas
viejas que ahora arden con desespero. Fue una mirada la que endulzo mis mañanas,
tardes y noches. Fue una mirada la que me inclinó a escribir de lo dócil, lo
pequeño y lo sencillo. Vaya poder y vaya verdad, lo humano y lo divino jamás
estuvieron más cercanos.
martes, 10 de julio de 2012
enhorabuena.
Tu estadía por mi cuerpo fue más larga que el tiempo que tus
manos lo rozaron. Vaya verdad, verdad de aquellas que no resisten más
interpretación: te quise. Quise de ti como se quiere a la lluvia en el
invierno; quise quererte y que me quisieras, así de simple. Te aprisioné en un
montón de letras, en un montón de sueños, en un montón de ideas. Te robé las
alas y olvidé las mías. Te condené a un destino cruel dentro de mi propia vida,
tan inmerecido que pedir perdón aún no me resulta suficiente. Perdón por darte
un valor que no deseabas, un sentido que jamás buscaste y un final tan gris. Jugué, le aposté a la vida de cara contra la realidad, me declaré muerto una y otra
vez, y sólo hoy, cuando ver tu foto solo
habla de ti, caigo de cuenta en mi verdad. Verdad y libertad, quizá dos cosas
que jamás han podido ir por separado. Hoy ya estás lejos, mas no por mis
palabras, sino por la fuerza de los hechos. Enhorabuena.
No ha sido el sol, sino el frío quien me trajo aquí. Con él
me voy, porque él me quiere bien.
Ya lo dijo
Amy: “He walks away, the sun goes down, he
takes the day but I'm grown, and in your way, in this blue shade, my tears dry on their own(…)”
domingo, 3 de junio de 2012
back to black.
Hoy, en un juego sin pretensiones, cada cual era una diva del pop; cada cual reflejaba - con su carácter, actitud, personalidad o lo que sea - una diva del pop; cada cual era era una diva del pop que el resto le escogía. Me tocó, todos miraron, como buscando detrás de mi mirada al personaje. Amy Winehouse dijo uno, todos asintieron con el mismo entusiasmo. Ellos no sabían cuánto la amo, ellos no sabían cuán feliz me hicieron.
No hay cosa más difícil que la muerte, mas no la física, sino la de una expectativa. A mi suerte, y la de todos, la muerte nunca viene sola, sino siempre de la mano con la vida.
ya lo dijo Amy: i died a hundred times.
No hay cosa más difícil que la muerte, mas no la física, sino la de una expectativa. A mi suerte, y la de todos, la muerte nunca viene sola, sino siempre de la mano con la vida.
ya lo dijo Amy: i died a hundred times.
sábado, 26 de mayo de 2012
mayo.
En mayo, el amor se oculta entre las sábanas, en el calor de los abrigos, en los rayos tibios de un sol esquivo. En mayo, es un imperativo no bajar los brazos, no perder la orientación de lo que hacemos, ni la sustancia de las cosas, como de nosotros mismos. En mayo, es tiempo de quitar la venda de los ojos, o de morir en el desenfreno de dos bocas. Mayo es el mes de la anarquía y el amor.
jueves, 24 de mayo de 2012
pies, no me fallen ahora.
Mi bien amado Claudio, acá, en Viña, los días están húmedos,
húmedos y fríos, apropiados para mayo, para enamorarse y para escribir esta
misiva. Hace tal vez una semana, cerca de las diez de la mañana y camino a
clases de filosofía, vi a un hombre de figura similar a la vuestra, o a lo
menos de la que tuviste hasta hace un par de años. Me pregunté si él también
olería a café, si sus manos serían igual de tibias o su pecho igual de cómodo.
Jamás, dije para mis adentros. Luego, no pude sino pensar en ti, le di rienda
suelta a mi memoria inagotable, consciente del daño, de tu ausencia y de mi
desamparo.
Así fue cómo caí bajo el peso de mis letras, pues decidí,
luego de casi una semana, librarme del recuerdo, o más bien del dolor torcido
que lo envuelve; no es justo para ti, no es justo para mí.
¿Recuerdas todo el tiempo que pasamos sentados en la
banquita del Paseo Yugoslavo? La imagen es tan nítida: tu mano tibia sobre la
mía fría, la brisa destemplada de mitad de junio, un montón de charcos sobre el
piso, el olor a tierra mojada en la
plazuela. Arriba un cielo oscuro, atiborrado de nubes persistentes, tanto como tus ojos sobre mí. Espero lo
recuerdes a tu modo, quizás más pragmático que el mío, pero siempre asertivo.
Fueron tiempos en donde todo me pareció tan nuevo, tan dulce y tan mío.
Mi muy querido Claudio, espero no intimidarte a estas
alturas, bien sabes que mis manos rechazan todo medio de censura. Aprovecho, sin ánimos de arruinar el recuerdo, pedir disculpas por lo agresivo que fui en
nuestro último paseo, ya ni recuerdo la razón de mi molestia, pero estoy
convencido que tú no eras el problema.
¿Qué será de ti, de tu corazón o de tus sueños? Es tanto lo
que jamás sabré; tanto en lo que esperé estar presente y no lo estuve; tanto lo
que imaginé y tan poco lo que conocí. Espero, con toda el alma, seas carne de
todos tus deseos.
Es estremecedor observar cómo ha transcurrido el tiempo,
cómo las estaciones, las personas y los momentos han pasado; los recuerdos se
quedan relegados en algún lugar de la memoria, como imágenes impregnadas de
olor, de vida y de colores fenecidos. Eres tú el único que ha logrado traspasar
los embates de la existencia misma, como si desligarme de ti fuera al mismo
tiempo desprenderme de mí. Eres imperecedero y mío, como la mentira lo es a la
verdad.
Recibe un abrazo dulce, el más dulce que hayas tenido
ocasión de recibir.
Siempre aquí, siempre en ti;
César.
domingo, 29 de abril de 2012
lo inevitable.
Te observo. Te miro. Te veo. Te contemplo. Te hago mío, muy mío, tanto que no recuerdo ni tu nombre. Eres parte de mi, eres yo, como mis manos lo son de mi cabeza. Te deseo, mucho, más que mucho, muchísimo, y quizá escribir implica al mismo tiempo limitarme, es como darle un nombre a los impulsos, o trazarle una misma ruta a la sangre tibia y desbocada.
Te pienso. Te analizo. Te imagino, Te proyecto. Sea día, sea noche; sea claro, sea oscuro; sea frío, sea cálido. Veo el sol y es como ver tu cuerpo en movimiento; veo cómo caen las hojas en otoño y me acuerdo del destello de tus ojos, de tu brillo destemplado, pero tuyo propio; veo como se deslizan las gotas de la lluvia en la ventana y es casi estar frente al sudor que caía de tu espalda.
Te privo de conducta. Domino tu cabeza con la fuerza de la mía. Te cosifico. Te tomo como medio y te transformas en mi fin. El más hermoso de todos los finales.
Tengo miedo, desde punta a punta, desde extremo a extremo y desde norte a sur. Mas no por ti, sino por mi.
Te pienso. Te analizo. Te imagino, Te proyecto. Sea día, sea noche; sea claro, sea oscuro; sea frío, sea cálido. Veo el sol y es como ver tu cuerpo en movimiento; veo cómo caen las hojas en otoño y me acuerdo del destello de tus ojos, de tu brillo destemplado, pero tuyo propio; veo como se deslizan las gotas de la lluvia en la ventana y es casi estar frente al sudor que caía de tu espalda.
Te privo de conducta. Domino tu cabeza con la fuerza de la mía. Te cosifico. Te tomo como medio y te transformas en mi fin. El más hermoso de todos los finales.
Tengo miedo, desde punta a punta, desde extremo a extremo y desde norte a sur. Mas no por ti, sino por mi.
jueves, 19 de abril de 2012
la despedida.
Tú no eres el culpable, ni en el todo ni en la parte. Soy yo quien no ha entendido, que no te pertenezco ni tú me perteneces. Disculpa el odio que de mi tú has recibido, es más injusto que la vida, más amargo que la hiel y más duro que escribir. Caí bajo, bajo y tan bajo que ya no distingo sombras, personas ni verdades. Sé bien que no eres tú el escollo del camino, la piedra hostil que detuvo el vuelo o el pérfido asesino detrás de la cortina. Tomé y abusé de tu existencia, consumí tu imagen para no constatar la perdida inexorable de la mía. Debo – y me debo— desprender de ti, o más bien, de todo lo que he creado en torno a tu nombre. Es un imperativo, un favor, un gesto y un mejor amanecer.
domingo, 15 de abril de 2012
el amanecer.
Abro mis ojos, te veo. Abro mis ojos, me besas. Abro mis ojos, me aprietas contra el pecho. Abro mis ojos, me sonríes. Abro mis ojos, me observas. Abro mis ojos, duermes profundamente. Abro mis ojos y tú también lo haces. Abro mis ojos, me tomas la cintura. Abro mis ojos, estás sobre mi. Abro mis ojos, te vistes al costado. Abro mis ojos, me dices hasta pronto. Abro mis ojos, me tienes acorralado entre tus piernas. Abro mis ojos, huelo tu torso. Abro mis ojos, no estás.
Todo historia tiene su principio, así como todo día tiene su propio amanecer. Buscaré los míos.
Todo historia tiene su principio, así como todo día tiene su propio amanecer. Buscaré los míos.
viernes, 30 de marzo de 2012
Abril.
lunes, 19 de marzo de 2012
maldigo.
Qué puedo hacer para desterrarte, para quitarte de esta piel que ruega por no ser dejada en el olvido, que no puede dejar de estremecerse frente a tu recuerdo; relegada a un momento frágil, a una emoción supuesta y dolorosa. Aún soy capaz de sentir el sonido agitado de tu boca mientras recorrías cada recoveco; el peso de tus manos cuando las posabas en mis muslos; o la profundidad que le imprimías a tus ojos, como el mejor de los actores, en el mejor de sus papeles.
Malditas emociones que no encuentran complemento, que se desvanecen en el aíre sin destino; desorientadas, desconsoladas y vacías. Cual fruta fuera de su tiempo, comienzo a pudrirme de manera indeclinable, mi sabor se torna amargo, va agotándose mi vida y me repleto de trozos que han perdido su sentido. Personas, lugares, lágrimas y besos que ya no encuentran fundamento, que no se bastan a si mismos y que sólo sirven para esto, para generar un montón de letras fulgurosas.
Qué hiciste con mi voluntad, con el brillo natural y con la luna que ya no logro disfrutarlas; qué hiciste con las esperanzas, con el frío del otoño y con mi imaginación que ya no logro ni buscar. Por ahí he escuchado un par de frases naturales de que el corazón no sabe de razones, de que los vínculos pueden ser eternos cuando el amor es verdadero, o de que tocará mi puerta en el momento menos esperado. Tómalas a todas como una forma de reproche, como una maldición lanzada al alto cielo de quien ha decidido alzarse frente a toda verdad indiscutible, como un rebelde iracundo y egoísta. Recibe esta misiva furibunda como la manifestación más genuina del amor y sus brujerías.
Malditas emociones que no encuentran complemento, que se desvanecen en el aíre sin destino; desorientadas, desconsoladas y vacías. Cual fruta fuera de su tiempo, comienzo a pudrirme de manera indeclinable, mi sabor se torna amargo, va agotándose mi vida y me repleto de trozos que han perdido su sentido. Personas, lugares, lágrimas y besos que ya no encuentran fundamento, que no se bastan a si mismos y que sólo sirven para esto, para generar un montón de letras fulgurosas.
Qué hiciste con mi voluntad, con el brillo natural y con la luna que ya no logro disfrutarlas; qué hiciste con las esperanzas, con el frío del otoño y con mi imaginación que ya no logro ni buscar. Por ahí he escuchado un par de frases naturales de que el corazón no sabe de razones, de que los vínculos pueden ser eternos cuando el amor es verdadero, o de que tocará mi puerta en el momento menos esperado. Tómalas a todas como una forma de reproche, como una maldición lanzada al alto cielo de quien ha decidido alzarse frente a toda verdad indiscutible, como un rebelde iracundo y egoísta. Recibe esta misiva furibunda como la manifestación más genuina del amor y sus brujerías.
sábado, 3 de marzo de 2012
Cinco para las ocho.
Cinco para las ocho de la tarde, el té está sobre la mesa, tú de frente mirando hacía la puerta y yo, aproximándome a su marco. Te ves fresco, de aspecto religioso, como una mezcla de paz y de dolor patente. Estaba nervioso, tu mensaje de hace dos horas solicitando mi presencia parecía escrito con vehemencia, no terminé ninguna de las cosas que tenía como pendientes, me parecían anodinas frente a tu necesidad. Ahí estaba, puntual como pocas veces, frente a tu rostro circunspecto. Una vez que cruce el umbral, mis manos comenzaron a sudar y mis piernas a flaquear, como si mi cuerpo todo se rindiera ante algo superior. ¿Estás bien? Lo escuché de fondo entre mi vahído, me sostengo de tu brazo y te respondo: “sí, sólo es un poco de cansancio” ¿qué pasó, porqué la urgencia en tu mensaje? Mentí, me sentía mal y no quería escucharte, le tenía pánico a cada palabra que escapara de tu boca, pero no podía negarme o esperar a que olvidaras lo que ibas a decirme. “Primero toma asiento, tengo el té sobre la mesa” esbozo una sonrisa, discreta, pero sincera, después de todo eso aplazaría al dolor o el té me ayudaría a diluirlo.
Todo bien dispuesto, una mesa bien sencilla, dos tazas, un poco de pan y un par de cosas dulces, de esas que normalmente disfrutaba por las tardes. Miro todo con nostalgia, como si me despidiera por adelantado de todos los detalles, de lo feliz que era hasta hace un par de horas.
Bebo un poco de mi té, te miro y me pareces despreciable, sí, despreciable. Tu paz, esa parsimonia con la que dispones cada cosa, el modo en el que cortas queso o me ofreces pan. Qué diabólico me parece lo que haces, tener todo predispuesto, actuando con falsa simpatía para luego disparar. Jamás esperé algo similar de ese momento, sabía bien que nada es para siempre, pero confiaba en tu criterio, en esa empatía de la que me había enamorado.
Tomas mi mano, me erizas cada pelo y de paso destruyes todo lo que pensaba hace un momento. Tus labios estaban prestos a romper cada espacio de mi cuerpo; yo, comencé a llorar, ya no soporté la idea de escucharte, de estar frente a tu rostro y no besarlo. “Hey, escúchame, es importante”; “Okey, lo siento, es sólo un poco de estrés” afirmé con la cabeza, mientras secaba mis ojos con una servilleta que habías dispuesto bajo un plato. Una vez que terminé, subí la mirada, encontré la tuya y tuve el valor de guardar silencio y enfrentarme a tu declaración.
Tú, decidido y empoderado, sonríes, amplias el ceño y luego dices: lo he pensado bien, muy bien y quisiera que tuviéramos un hijo –te corriges- o hija, da igual. Sé que aún no podemos, pero si todo sale bien en marzo se aprobará la ley. ¿Qué te parece?
Todo bien dispuesto, una mesa bien sencilla, dos tazas, un poco de pan y un par de cosas dulces, de esas que normalmente disfrutaba por las tardes. Miro todo con nostalgia, como si me despidiera por adelantado de todos los detalles, de lo feliz que era hasta hace un par de horas.
Bebo un poco de mi té, te miro y me pareces despreciable, sí, despreciable. Tu paz, esa parsimonia con la que dispones cada cosa, el modo en el que cortas queso o me ofreces pan. Qué diabólico me parece lo que haces, tener todo predispuesto, actuando con falsa simpatía para luego disparar. Jamás esperé algo similar de ese momento, sabía bien que nada es para siempre, pero confiaba en tu criterio, en esa empatía de la que me había enamorado.
Tomas mi mano, me erizas cada pelo y de paso destruyes todo lo que pensaba hace un momento. Tus labios estaban prestos a romper cada espacio de mi cuerpo; yo, comencé a llorar, ya no soporté la idea de escucharte, de estar frente a tu rostro y no besarlo. “Hey, escúchame, es importante”; “Okey, lo siento, es sólo un poco de estrés” afirmé con la cabeza, mientras secaba mis ojos con una servilleta que habías dispuesto bajo un plato. Una vez que terminé, subí la mirada, encontré la tuya y tuve el valor de guardar silencio y enfrentarme a tu declaración.
Tú, decidido y empoderado, sonríes, amplias el ceño y luego dices: lo he pensado bien, muy bien y quisiera que tuviéramos un hijo –te corriges- o hija, da igual. Sé que aún no podemos, pero si todo sale bien en marzo se aprobará la ley. ¿Qué te parece?
sábado, 28 de enero de 2012
Es azul y negro.
Doloroso infierno, lánguido recuerdo de dos rostros enrostrados, corriente fulgurosa de extremos puntiagudos; perdón y olvido como gotas que caen a diferente velocidad, bidireccionales, sin destino ni sustancia. Amor insano, quizá el único que existe, ése que relega, traiciona y permea en tus rincones, del que no conoce la prudencia ni el pudor, es él un todo, arrogante y absoluto, tal como las olas en invierno o el parpadeo de unos ojos negros.
viernes, 27 de enero de 2012
Corazón caído.
Entre mis sueños suelo ver tu sonrisa embravecida, tus ojos con ese brillo inalterable, como el sol de madrugada y sus matices. Veo tus dientes, como dos corridas blancas de soldados orgullosos prestos a lucir su luz, su intensidad toda a cada carcajada. Tu rostro vivo, colmado de energía vital, de esa vida que a mi se me hace tan esquiva y que en ti parece brotar con naturalidad entre tus poros. Me detengo entre los reflejos de tu pelo, en ese color extraño que no parece oscuro ni tan claro, una mezcla de los tonos de la tarde, del trigo y de los granos de café.
No sabes cuántas veces me carcomen los deseos de no volver a despertar, de culminar ahí conmigo, sé que puedo sonar algo drástico, fuera de lugar o sin razón, pero no puedo negar a mis emociones, ponerlas a un lado y hacer de cuenta que jamás han existido. Siempre es igual, tal como la historia de mi propia vida, pleonasmos innecesarios y uno que otro atisbo de un afecto que se reputa como transparente.
Tú, mirando desde la ventana, yo, desde el otro extremo de la pieza, observo parsimonioso cada movimiento de tus dedos, del jugueteo incesante que haces con ellos en el marco; me gusta su sonido, es un tarareo de tus manos, un recuerdo de la canción que escuchaste en la mañana. Volteas y ahí estoy yo, con mis piernas flectadas hacia la izquierda, con el netbook sobre ellas y mis lentes a medio poner perfilando el ceño. ¿Será necesario recordarle que lo amo? Siempre he creído que ésa es la pregunta que deambula en tu cabeza en aquel instante, te ríes y no paras de hacerlo de manera compulsiva, me extiendes el brazo y me llamas hacía a ti. Me levanto contagiado en tu entusiasmo, me invade una ansiedad por estar entre tus brazos, me angustia pensar que estuve un momento lejos de tu cuerpo, que fuiste acariciado por el viento y que yo no había reparado en ello. Una vez frente a ti, a medio metro de todo lo que significas y a centímetros de mi felicidad más plena, me elevo, levito guiado por una fuerza externa, tosca y distante, me golpea contra el techo de la pieza y caigo de una sola vez de cara contra el suelo. Despierto, mi cara, mis brazos y mis piernas siguen indemnes frente al daño; todo ha sido un sueño, al menos para mi cuerpo.
No sabes cuántas veces me carcomen los deseos de no volver a despertar, de culminar ahí conmigo, sé que puedo sonar algo drástico, fuera de lugar o sin razón, pero no puedo negar a mis emociones, ponerlas a un lado y hacer de cuenta que jamás han existido. Siempre es igual, tal como la historia de mi propia vida, pleonasmos innecesarios y uno que otro atisbo de un afecto que se reputa como transparente.
Tú, mirando desde la ventana, yo, desde el otro extremo de la pieza, observo parsimonioso cada movimiento de tus dedos, del jugueteo incesante que haces con ellos en el marco; me gusta su sonido, es un tarareo de tus manos, un recuerdo de la canción que escuchaste en la mañana. Volteas y ahí estoy yo, con mis piernas flectadas hacia la izquierda, con el netbook sobre ellas y mis lentes a medio poner perfilando el ceño. ¿Será necesario recordarle que lo amo? Siempre he creído que ésa es la pregunta que deambula en tu cabeza en aquel instante, te ríes y no paras de hacerlo de manera compulsiva, me extiendes el brazo y me llamas hacía a ti. Me levanto contagiado en tu entusiasmo, me invade una ansiedad por estar entre tus brazos, me angustia pensar que estuve un momento lejos de tu cuerpo, que fuiste acariciado por el viento y que yo no había reparado en ello. Una vez frente a ti, a medio metro de todo lo que significas y a centímetros de mi felicidad más plena, me elevo, levito guiado por una fuerza externa, tosca y distante, me golpea contra el techo de la pieza y caigo de una sola vez de cara contra el suelo. Despierto, mi cara, mis brazos y mis piernas siguen indemnes frente al daño; todo ha sido un sueño, al menos para mi cuerpo.
domingo, 22 de enero de 2012
Amy Winehouse - Our Day Will Come: Amy Winehouse Tribute
Nuestro día llegará, tú serás tan mío como yo de ti. No logré acabar con el amor, soy un ávido condenado a él y él, aunque no lo quiera, también lo está de mi.
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