sábado, 22 de octubre de 2011

dolor

Tal parece, según lo señala la experiencia, que el dolor es una de las experiencias más comunes y eventualmente periódicas, para un ser humano. Los hay de distinta clase: aquel que es físico y externo, que penetra, quema o rompe sobre nuestra piel, que acaba sin piedad con su armonía y que deja cicatrices para recordar sus triunfos; también está aquel que germina en el interior, que busca expandir sus consecuencias y que parece gozar de los lamentos a cada instante más urgentes. Por otro lado también están aquellos sigilosos, aquellos que no dan cuenta de sí mismos para con el resto, sino que sobreviven en la sombra, en el lado oscuro de cada corazón y que se alimentan del tiempo, la desidia y el temor.

¿Y qué de aquel dolor placentero? Este es el peor, pues relega a quien quiera que lo padezca, lo convierte en esclavo de sus consecuencias placenteras, nos pone de cara contra nuestra naturaleza animalezca, se busca y goza sin mediar en sus efectos y es en definitiva, concreción de nuestra realidad humana y dual. Dualidad de ser, acción y pensamiento, lo bueno y lo malo, lo positivo y negativo, lo objetivo y subjetivo.
¿No les parece que así visto el dolor, en tantas oportunidades se pierde frente a lo que llamamos amor?