jueves, 24 de marzo de 2011

odio

Odio esta sensación, odio no tener ni un ápice de lógica, deprimirme sin justificación; odio buscar canciones que me lleven a estadios emocionales que no consigo por sí solo, odio no poder odiar a tanta gente que quizá lo mereciera, odio saber que ya perdí toda la atención, que nadie piensa en mi por las mañanas, odio escribir sin ninguna motivación más que mi desazón, odio pensar que soy un idiota por quejarme, odio tener límites -quisiera romperlos todos- odio que mi imagen no sea la que deseo, odio encontrarme en una pieza oscura tratando de inducirme el ánimo, odio no encontrar unos pies con los que calentar los míos, odio no poder desatender a lo que pienso, odio que mi nariz siempre esté fría, odio mi sonrisa, sí, cómo la odio; odio perder el tiempo con un sinnúmero de idiotas, odio tratarlos como idiotas cuando no lo son, odio –lamentablemente- la felicidad de otros, odio que la vida sea tan injusta, odio ser el término medio en todos los conflictos, odio que me traten diferente a priori, odio a la gente bipolar, odio la deslealtad, la mentira y la omisión. Odio -a ratos- ser homosexual, odio no poder expresarme con plena libertad, odio el egoísmo, odio no creer en el amor a primera vista, odio esperarlo a diario y sobre todo, odio que mi mente actúe más rápido que yo.

Lo contrario al amor no es el odio, es la indiferencia.

martes, 15 de marzo de 2011

qué lindo es soñar

El momento era de aquellos que no prometen nada, de esos sin pena ni gloria, una especie de vacio del que nadie nota su presencia. La hora transcurría lenta, con una suavidad insana. La brisa nocturna no tenía ni un poco de color u aroma, era insípida, sólo limpiaba el humo del cigarro que ya había acabado. En mi mente se alojaba la idea de escapar, de correr sin dirección, de encontrarme de cara con mi corazón, con los sentimientos que pretendía desatender a diario pero que de a poco se hacían más intensos e irremediables.

Qué más podía hacer en aquel instante hostil, qué otro camino me quedaba para no volverme víctima de mi, qué lugares o personas tendrían el mérito de hacerme olvidar la soledad. ¡Maldito jueves inerte!

Decidido a vencer a mi absurda desazón, me recosté sobre la cama, cerré los ojos y pensé en todo lo que deseaba de esa noche, imaginé tu rostro pensando en mi, vi a tus dedos marcando el número de mi teléfono, escuché tu voz, como siempre casi susurrabas, preguntabas de lo trivial, hablabas poco, asentías rápido, después de todo, tu objetivo era otro. Me decías cuánto me extrañabas y terminabas por preguntar si aún la hora era prudente para concertar una visita.

Yo, ansioso pero consciente del rol y los riesgos que tomaba, te di un sí sin vacilaciones, sólo quería verte, ya nada me importaba, esa era la verdad. Tomabas tus cosas, sabiendo que esa noche no la pasarías en tu cuarto, te mirabas con desconfianza frente a tu espejo pero bien sabias que esa noche tu apariencia, poco importaba. Raudamente- mientras tú venias- lavaba mi rostro, intentaba ordenar el embrollo que tenía en mi cabello, lavaba mis dientes con paciencia y juzgaba la ropa que llevaba conmigo.

De pronto, antes de lo que pensaba, mi teléfono sonaba, estabas acá, subías a mi casa y venias con ese chocolate que tanto he deseado. Abro mi puerta, ahí estabas, con tu espalda curva, con tus ojos pequeños y sonrientes, con tu cuerpo enjuto exclamando por un beso. Huelo tu aroma y siento nuevamente que respiro, olvido de un momento a otro todo atisbo de duda o de inseguridad, te llevo hacia mi cuarto con la certeza de que hago lo correcto y de una vez por todas, me abrazas para no soltarme más.

Qué lindo que es soñar ¿y soñar no cuesta nada?