lunes, 15 de junio de 2009

Miró por la ventana...

Miró por la ventana, buscaba alguna luz que sobresaliera en tanta oscuridad.
No encontraba una razón para estar así, tan dadivoso, tan falto de argumentos de la excesiva velocidad de sus días, de la angustia que cada tarde lo invadía. Necesitaba respuestas rápidas, y es que el destino de golpe lo ponía a prueba y a cada momento perdía un poco más la batalla.
Intentaba no temer a lo desconocido, de lanzarse sin más al vacio, de dejar todos los resquemores de una vida tan dura, hace un tiempo se había prometido comenzar de cero, comenzar olvidando los errores, las malas decisiones, los infortunios del pasado. Sin embargo, ahí estaba, como siempre, mirando la soledad que lo rodeaba, pensando en todas las faltas que estúpidamente había vuelto a repetir. Después de todo le era imposible hacer una ficción sobre su vida, hacer “borrón y cuenta nueva”.
El paisaje no era muy alentador, sólo distinguía algunas siluetas, algunos atisbos de vida, a ratos perdía la conciencia, se suspendían sus sentidos, algo así como un nirvana, uno tan brutal, tan real.
Siempre pensó que la vida lo sorprendería, que de un momento se volcarían todas sus pasiones, que le daría fundamentos, su propio paradigma.
Aún espera sonriente ese momento, porque sabe que ha de llegar, en el fondo, eso siempre ha estado en sus manos…

sábado, 6 de junio de 2009

Dios estaba agobiado de tanta oscuridad, de pensamientos sin concordancia, de elucubraciones ilógicas, de una vida llena de cuestionamientos, de preguntas sin respuesta. Cuando lo miré pude ver su descontento, me contó entre susurros la frustración, la desmotivación, todo lo que ha visto en el pasado, y su miedo al porvenir.
Confieso que en un comienzo fui un tanto reticente, quizás tan sólo no era un buen día, todos los tenemos, pensé incluso que quizás necesitaba vacaciones, que la rutina también lo mataba de a poco cómo a mi.
Luego de un tiempo, me lo volví a topar, lloraba, miraba con angustia los designios, nuestros pasos, las decisiones sin salida, la vida de los infortunados. Al igual que muchos intenté consolarle, reconocerle su labor, darle fundamento a su mal traída existencia. Sin embargo, al igual que muchos otros, me cansé a medio camino, retrocedí, tome la vía mas compleja, aquella llena de obstáculos, de un sinnúmero de tristezas, y unas cuanta alegrías.
No me arrepiento, soy sincero, después de todo he aprendido, cada día me siento un poco más inteligente, lleno de experiencias, lecciones de la vida que espero en algún momento transmitir.
Pero más allá de la experiencia, soy un agradecido de los malos momentos, aunque suene necio, es verdad. Hoy, entiendo verdaderamente su trabajo, hoy, he aprendido a apreciar cuan bien hace vivir junto a él. Hoy, cuando al mirar al cielo y no lo encuentro, cuando al cerrar mis ojos y no lo escucho, hoy, cuando clamo con más fuerzas su presencia, más deseos tengo de encontrarlo nuevamente.
Sólo se extraña lo que no supimos valorar…