sábado, 6 de junio de 2009

Dios estaba agobiado de tanta oscuridad, de pensamientos sin concordancia, de elucubraciones ilógicas, de una vida llena de cuestionamientos, de preguntas sin respuesta. Cuando lo miré pude ver su descontento, me contó entre susurros la frustración, la desmotivación, todo lo que ha visto en el pasado, y su miedo al porvenir.
Confieso que en un comienzo fui un tanto reticente, quizás tan sólo no era un buen día, todos los tenemos, pensé incluso que quizás necesitaba vacaciones, que la rutina también lo mataba de a poco cómo a mi.
Luego de un tiempo, me lo volví a topar, lloraba, miraba con angustia los designios, nuestros pasos, las decisiones sin salida, la vida de los infortunados. Al igual que muchos intenté consolarle, reconocerle su labor, darle fundamento a su mal traída existencia. Sin embargo, al igual que muchos otros, me cansé a medio camino, retrocedí, tome la vía mas compleja, aquella llena de obstáculos, de un sinnúmero de tristezas, y unas cuanta alegrías.
No me arrepiento, soy sincero, después de todo he aprendido, cada día me siento un poco más inteligente, lleno de experiencias, lecciones de la vida que espero en algún momento transmitir.
Pero más allá de la experiencia, soy un agradecido de los malos momentos, aunque suene necio, es verdad. Hoy, entiendo verdaderamente su trabajo, hoy, he aprendido a apreciar cuan bien hace vivir junto a él. Hoy, cuando al mirar al cielo y no lo encuentro, cuando al cerrar mis ojos y no lo escucho, hoy, cuando clamo con más fuerzas su presencia, más deseos tengo de encontrarlo nuevamente.
Sólo se extraña lo que no supimos valorar…


1 comentario:

Anónimo dijo...

lo desagradable de esto es que suelen hacer pesar aquellos momentos qe pensamos como buenos, sin saber que lo bueno estar por venir ...


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