sábado, 21 de agosto de 2010

Vanité

No es fácil desprenderme de un momento a otro de mi paradigma y hoy que quizás es el día menos apropiado para hacerlo estoy absurdamente ensimismado, como quién no tiene labores pendientes, inconsciente del costo de divagar durante horas en una tarde que se muestra tan hostil.

Por momentos quisiera perder sin más ésta batalla, bajar los brazos o flamear sin fuerzas la bandera de una tregua, y la verdad, aún no sé cuándo mi camino se puso cuesta arriba. Me siento defraudado por el destino que ha sido incapaz de darme atisbos inequívocos de mi, de lo que seré, o más bien, de lo que me espera.

Sé que después de todo son mis manos las que han decidido acercarse desmedidamente al calor de un fuego cualquiera, al límite violento de mis verdades momentáneas. He supeditado mi propio bienestar, he bebido de modo irracional de la miel que brota de los labios de quien busca compañía y por vez primera siento que el peso de este mea culpa es más ligero de lo que esperaba. Al fin y al cabo, jamás dejé que las apariencias dominaran a mis manos, nunca tome riesgos de los que no haya medido consecuencias y no mentí cuando dije que quería.

Hoy busco la revancha, una suerte de redención con mi propio infortunio, necesito hacerme preso de un rayo de ese sol esquivo y esta vez no es un ejercicio de autoafirmación, es tan sólo vanidad.