jueves, 15 de julio de 2010

dulce y agraz

Tendría tantas formas de describir cómo se siente ese zigzagueo constante de las mariposas, las cosquillas que me producen con ese aleteo incesante o la forma única que tienen de adentrarse en aquellos rincones aparentemente inertes. Sin embargo, es tan inútil intentarlo, es como querer abarcar el mundo en una mirada o detener el tiempo por mi mera voluntad.

Recuerdo el día en que creí perder la inspiración, en que di por pérdida la última pizca de inocencia, como el cierre definitivo de toda una etapa y el comienzo de otra que si bien parecía más prometedora era tan errónea, como absurda. Hoy, quince de julio del año dos mil diez me siento victima de mis propias palabras, encerrado en la literalidad de mis propios sueños desdichados.

Por ahí he escuchado que puedes decirle de todo a tu corazón menos mentiras, y bien, pues no pretendo hacerlo, más bien quiero redimirme, en una especie de dulce redención, como la manifestación más pura de lo que brota de mis manos, todo un mundo donde la felicidad pareciera limitar de modo tan sublime con la libertad.

Todo esto no es más que pensar en ti, es la imposibilidad de prescindir del destelle constante de tus ojos, en esos labios que consiguieron entibiar un corazón que se negaba a lo convencional y que hoy no tiene mejor motivo que el roce dulce de tu aroma para latir con tanto vigor como el que nunca debió perder.

Ya no tengo opciones, soy presa de un destino agraz pero que es incapaz de arruinar lo dulce de tenerte aquí, conmigo.