sábado, 11 de diciembre de 2010

cursi e inútil

*Durante días me he preguntado por ti, por tus gustos, por la forma en que haz de sonreír, me he imaginado el modo en el que bailas o en el mundo que ha de existir bajo tu ropa (...)

Estoy en una especie de intriga inútil, no sé qué me resultará más dulce de tu cuerpo, aunque lo intente con esmerada paciencia, pese a que gaste horas cada noche y algunas en el día, es tan abrumador que a ratos pierdo mi control, me da por rebelarme ante tu hegemónico deleite, busco entre la muchedumbre un abrazo gélido, una boca fría que apague el calor de este fuego en el que se transformo mi carne, que beba todo el río, que coma todos mis rincones, que tome con firmeza inesperada cada célula, átomo y centímetro de mi. Sin embargo, no puedo menos que serte franco, la verdad es que jamás lo he conseguido, no he encontrado en las manos de ninguno lo que busco, me termino por frustrar entre algunos labios que con mediana elocuencia logran decirme lo que yo me niego a ver.

Es a raíz de mi fracaso que opto por pensarte, que he llegado a imaginar cuál será tu comida favorita, el mejor libro que has leído, o el detalle de tu cuerpo que terminará por enamorarme y no sabes cuántas veces, tal como hoy, he acabado en el peor de mis conflictos, aún no sé si será tu pecho, tu espalda, el aroma de tu cuello, quizás el cierre de tus ojos al reír o de seguro la firmeza de tus brazos. Son tantas y tan diversas cada una de mis alternativas que aún siquiera pensar en ellas me da pudor, tal como si alguien más supiera de cada uno de mis absurdos desvaríos.

En noches como esta me pregunto si faltará mucho o si yo seré capaz de soportarlo, cuánto tardará para que un viaje en metro sea sólo eso, cuál será ese día en que al subir al bus no busque tu hombro a mi costado, cómo será reír sin tapar mi rostro o en qué ocuparé las horas de sueño de una noche imaginativa.

¿Te confieso algo? Espero que sea pronto, no sé si sea fruto de mi falta de valor, de la agotadora manía de no saberme solo o si es el reclamo justo ante un destino que no me ha sido fácil, pero eso ya qué importa si es sólo encontrar algo a lo que amar.

sábado, 27 de noviembre de 2010

el primer baile

He conseguido encontrar un silencio al que no le falta nada, un día a día que ya no duele cuando las horas pasan, noches serenas en las que logro dormir como hacía tiempo no lo conseguía.

Los momentos hoy me saben con un especial dulzor y no es fruto de halagos poco originales o noches imprudentes, es simplemente reconocer en mí más de lo que el resto es capaz de ver, es sonreír porque hoy he sido de alcanzar la cima de mi propia cumbre, es gozar del resultado de mis pasos y de lo seductor que se divisa el porvenir.

Adoro mirar al sol, que cual soberano se proyecta en mi ventana cada tarde, me encanta la ligereza de mis pies, lo liviano que hoy se sienten mis hombros, la libertad de la que goza cada hebra de mi cabello, lo variopinto que se ha vuelto todo lo que vivo, la naturalidad que envuelve a mi mirada o lo absolutamente cálido que se ha tornado cada espacio de mi piel.

Hoy quiero contagiar mi ritmo, tocar el cielo por antojadiza voluntad, amar intensa y libremente, quizás a modo de pedir disculpas a mi corazón, una forma de redimirme por lo imbécil que pude llegar a ser, de la estupidez de supeditar mi bienestar a las manos de cualquiera y de condicionar mis ganas de volar a que alguien quisiera alzar el vuelo.

No pretendo, sin embargo, deshacerme en los brazos de quien no retenga ni su nombre o de quien quiera escindirse de la sensibilidad de mi carácter, de eso ya he tenido suficiente y he de ser sincero, hace un buen tiempo que ya dejaron de ser un bien escaso.

A veces, me es imposible no verme sobrepasado por lo irritante que se vuelve la rutina, pero he conseguido circunscribirla al ámbito preciso de su acción, le he dado, de ese mismo modo, a cada cosa su lugar y he graduado de a poco su importancia. Sin duda soy testigo de una nueva y definitiva forma de vivir, al fin termine por encontrar al bailarín, que soy yo mismo, de aquel baile que dejé pendiente y que para mi suerte está recién en el comienzo.

sábado, 23 de octubre de 2010

suicidio frustrado

He llegado al punto exacto, aquel que provoca el miedo más inevitable, del que poco son testigos y el que nadie ha sido capaz de superar. Aquel momento escindido del resto de la cotidianeidad, la verdad más despojada y cruel, la concreción de nuestra sensible humanidad.
Me pregunto con cierta desconfianza por la razón última que me ha llevado a esto, el porqué de lo que parece inexplicable, después de todo, la muerte no es algo que a primeras luces guste, según todos, nadie está preparado para ella.

Veo con impavidez como mi pie se acerca intempestivamente al filo del cemento que reviste la estructura que me auxilia y en una especie de reminiscencia con mi infancia esbozo la más pura de las sonrisas, soy capaz de percibir lo cálido del aíre y la ligereza de mi respiración. No pensé jamás que ver a la gente desde esta perspectiva me haría tanto bien, como si de un momento a otro, al menos yo, no sólo estuviera preparado, sino que ansioso de mi propio fin.

Los signos son tan claros, y es que la realidad circundante no tiende a ser tan precisa como hoy, la mañana me obsequia una lluvia hostil, preparando el escenario más ad hoc a mi caída, consciente de la importancia que para mí tienen las formas. Se hace tarde, debo ser escueto - en lo simple está la elegancia - no pretendo ser la víctima ficticia de una historia de gallardía, pienso si he dejado todo listo, si apague las luces de mi pieza, si el agua aún corre o alguien ya lo percató, si ya he llamado a mi mamá para contar la buena nueva, busco en mis bolsillos por si aún queda algo de lo que no me he despojado y habida cuenta de que ya no existe clavo suelto abrazo al aire, cual mariposa que acaba de nacer, expando mis brazos y siento caer toda la vida sobre mí, como un río febril ceden por mi rostro las lágrimas que nunca hallaron su lugar y al fin, sin más vacilaciones alzo mi vuelo sin escalas ni regreso, de frente a la inmensidad, con los ojos bien cerrados para no ver detalle alguno de mi mejor escena.

En escasos segundos me alejo de aquel cielo que acompañó mi decisión, el suelo se hace más reconocible y los alfileres que se movían incesantes ahora resultan ser personas, sí, cientos de personas que regocijadas en mi vuelo lloran al ver el vaivén de mi cuerpo, que cual pluma se hace tan ligero que yo ya no lo siento.

De pronto, y sin previo aviso, me tumbe en la calle, mi rostro dio de frente contra el piso y mi cuerpo inerte cayo con singular elegancia sobre él. Sentí un profundo sosiego, el sueño se me hacía tan intenso y el instante limitó con lo sublime, sin embargo, no lo fue o más bien no lo logré, no fui capaz de despedirme así sin más, no tuve el valor de acabar con el día antes de que lo decidiera el sol, entendí a mi modo o forma que no tiene sentido alguno el morir, al menos, si no es de amor.

domingo, 10 de octubre de 2010

instinto suicida

¿Cómo evitar este instinto suicida? Me corrompe en silencio, me susurra en los oídos a cada instante y se hace más intenso cuando lo cotidiano se vuelve abrumador.

Hoy, tal como hace dos o casi tres años me encuentro en un punto de inflexión, en una especie de giro sin retorno o calle sin salida. Sé que aquel devenir que describo no es más que mi propia vida, el peso de mi propio karma producto de mis hechos u omisiones y sí, la verdad es que soy el único imputable en esta causa.

Perdí cuando menos esperaba perder, me golpee con más fuerza de la usual y no pretendo ser un mártir o el iluso eterno que confía en un vaso que jamás ha estado medio lleno, requiero serme franco, el mirar mi reflejo en el espejo se ha vuelto un ejercicio de autoafirmación barato, mi propia naturaleza se ha comenzando a difuminar entre tanta idea o verdad poco elaborada, fui un mocoso imberbe y traicioné la confianza que yo mismo puse sobre mí.

No he sido capaz de aprehender nada en mi estadía en el infierno, no traje ningún abrigo conmigo, después de todo, quién podría imaginar que sería tan frío, desalmado e incoherente. Todas estas horas tan sólo han conseguido volverme una nostalgia que respira, como si de un momento a otro una prematura senectud me atacara por los pies y me carcomiera sin misericordia.

La música de antaño me viene bien, me socorre en los gritos sordos, acalla la voz suicida que soy yo mismo, me insta a no perder mis pasos, a cerrar los ojos y esperar que todo haya pasado, me nutre de esperanzas momentáneas y me hace tan débil como quiero.
Al menos de momento, opto por el goce fugaz del humo de un cigarrillo fiel. Toxico, insano, saturado de prohibiciones y qué más da, después de todo, nada es perfecto.

jueves, 23 de septiembre de 2010

eclipse de amor*

Hoy me pregunté cuánto fue el tiempo suficiente que necesitaste para sacarme de cuajo de tu vida y aunque los hechos son menos auspiciosos de lo que me gustaría, tampoco puedo desatender lo manifiesto de tus gestos.

No tengo más remedio que una sola interpretación, quizá la más cruda y decepcionante, pero al mismo tiempo la única valerosa, libre y espontánea. La verdad es que jamás me quisiste, sí, jamás. En el sentido más técnico y vulgar del término, algo así, como: “un jamás de los jamases”.

Duele, aunque no lo creas mi material no es otro que la carne. Quema, tal como el azúcar en medio de un fuego sofocante. Hiere, como el filo cortante de un trozo de papel y se recuerda de tanto en tanto, como el luto necesario ante la muerte de mi propia expectativa.

Para algunos esto es más de lo mismo y probablemente lo es también para ti, después de todo, nunca fuiste capaz de voltearte, olvidaste de un momento a otro que estaba tras de ti y no tuviste el valor de socorrerme cuando sólo sabía de derrotas. Sin embargo, lo requiero, quizás para no olvidar, para no perderme de un momento a otro en lo denso de la oscuridad y la verdad es que hoy me reconozco más que antes, veo la fragilidad que me reviste, soy capaz de abrazar a mi propia soledad y de llorar, sí, de llorar por desamor.

Intento que cada uno de mis sueños no se escapen, busco de modo incesante el elixir para mantenerlos vivos en cada una de esas noches en que la melancolía pesa más que mi conciencia y tal cual Ícaro, desvanecerme muy de a poco al acercarme de modo intempestivo al calor de un sol de primavera.

Probablemente hoy no es mi mejor día, ayer tampoco fue la mejor tarde y menos lo ha sido esta semana. Sin embargo, ni el peso del más severo de los recuerdos o la más dura de las verdades ha sido suficiente, después de todo, jamás se ha vuelto quebrar lo que ya se encuentra roto.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

¿a qué sabe la soledad?

De un momento a otro los días tienen un sabor distinto, un tanto agridulce, como una mezcolanza original de soledad y plenitud. He comenzado a perder el aire en una multitud de banalidades, una pérdida incesante de tiempo, espacio, aire y luz.

A ratos creo que mis propias palabras pierden de modo abrupto toda su sustancia, mis términos se vacían de contenido y los momentos de un día cualquiera se desvanecen como un hielo bajo el sol, sin necesidad de un cielo abierto, con independencia de mi propia voluntad.

Pareciera que las calles hoy fueran más grises o la mirada de un extraño más ajena de lo común. Pero ya no tengo excusas, me veo compelido a olvidar la compasión, la alteridad o las buenas intenciones, comienzo a perder la subjetividad, la faz más profunda de mi propia existencia y la cotidianeidad se vuelve simple, tanto que duele y no tengo más remedio que reír.

Quizá es tiempo de escuchar a mi propia soledad, al menos hoy, es mas elocuente que yo.

sábado, 21 de agosto de 2010

Vanité

No es fácil desprenderme de un momento a otro de mi paradigma y hoy que quizás es el día menos apropiado para hacerlo estoy absurdamente ensimismado, como quién no tiene labores pendientes, inconsciente del costo de divagar durante horas en una tarde que se muestra tan hostil.

Por momentos quisiera perder sin más ésta batalla, bajar los brazos o flamear sin fuerzas la bandera de una tregua, y la verdad, aún no sé cuándo mi camino se puso cuesta arriba. Me siento defraudado por el destino que ha sido incapaz de darme atisbos inequívocos de mi, de lo que seré, o más bien, de lo que me espera.

Sé que después de todo son mis manos las que han decidido acercarse desmedidamente al calor de un fuego cualquiera, al límite violento de mis verdades momentáneas. He supeditado mi propio bienestar, he bebido de modo irracional de la miel que brota de los labios de quien busca compañía y por vez primera siento que el peso de este mea culpa es más ligero de lo que esperaba. Al fin y al cabo, jamás dejé que las apariencias dominaran a mis manos, nunca tome riesgos de los que no haya medido consecuencias y no mentí cuando dije que quería.

Hoy busco la revancha, una suerte de redención con mi propio infortunio, necesito hacerme preso de un rayo de ese sol esquivo y esta vez no es un ejercicio de autoafirmación, es tan sólo vanidad.

jueves, 15 de julio de 2010

dulce y agraz

Tendría tantas formas de describir cómo se siente ese zigzagueo constante de las mariposas, las cosquillas que me producen con ese aleteo incesante o la forma única que tienen de adentrarse en aquellos rincones aparentemente inertes. Sin embargo, es tan inútil intentarlo, es como querer abarcar el mundo en una mirada o detener el tiempo por mi mera voluntad.

Recuerdo el día en que creí perder la inspiración, en que di por pérdida la última pizca de inocencia, como el cierre definitivo de toda una etapa y el comienzo de otra que si bien parecía más prometedora era tan errónea, como absurda. Hoy, quince de julio del año dos mil diez me siento victima de mis propias palabras, encerrado en la literalidad de mis propios sueños desdichados.

Por ahí he escuchado que puedes decirle de todo a tu corazón menos mentiras, y bien, pues no pretendo hacerlo, más bien quiero redimirme, en una especie de dulce redención, como la manifestación más pura de lo que brota de mis manos, todo un mundo donde la felicidad pareciera limitar de modo tan sublime con la libertad.

Todo esto no es más que pensar en ti, es la imposibilidad de prescindir del destelle constante de tus ojos, en esos labios que consiguieron entibiar un corazón que se negaba a lo convencional y que hoy no tiene mejor motivo que el roce dulce de tu aroma para latir con tanto vigor como el que nunca debió perder.

Ya no tengo opciones, soy presa de un destino agraz pero que es incapaz de arruinar lo dulce de tenerte aquí, conmigo.

lunes, 26 de abril de 2010

distante placer (8)

Y no hay remedio, se dijo a sí mismo, mientras buscaba en sus recuerdos los atisbos de la paradisiaca vida que perdía poco a poco frente al ritmo indolente de la ciudad. Se encontraba más agotado que de costumbre y el sueño se le hacía escaso, deseado e idílico.

Luego de un rato se cansó de la autocompasión absurda, después de todo pensó: ¿quién no tiene ocupaciones?, ¿quién no tiene días malos?, ¿quién no se consume de manera irreversible ante la rutina? No era más que una tarde insignificante, una de tantas. Prendió un cigarrillo, abrió la ventana que a esa hora de la tarde regalaba una brisa deliciosa del otoño, intensa, abrumadora, colmada de romanticismo.

De lejos divisaba como el sol se prestaba pronto a dormir bajo el regazo de un mar sereno, que parecía conocerlo de hace tanto tiempo, testigo mudo de esas lagrimas que jamás pensaron ver el día, de las sonrisas que escapaban de sus manos, y de los sueños que aún esperan.

Cuando el cigarrillo acababa por consumirse, cerró los ojos, pensó en el aroma de un café, por algún momento sintió tenerlo dentro de su boca, rozando sutilmente sus labios ya entre abiertos. Es el momento perfecto pensó y sin esperar que el sol terminara por despedirse corrió por su departamento, bajó rápido o al menos lo intentaba, buscó aquel capuchino vainilla que había resucitado sus sentidos, se sentó en una banca cualquiera, como quien no esperaba nada ni a nadie y bebió con la felicidad de quien lo tiene todo.

martes, 9 de febrero de 2010

...No sonrias o caeré (8)

Lo despertó aquel sol de mediodía que hace un rato traspasaba su ventana y se hacía a cada momento un poco más intenso sobre su rostro, aún medio inconsciente no lograba pensar ni moverse. Unos diez minutos más tarde sus ojos ya se mantenían abiertos sin esfuerzo, era momento de escapar de las sabanas, de los sueños incompletos que dejaba en esa almohada, y de ese aroma que irremediablemente lo envolvía.

Mientras buscaba su ropa perdida entre el piso se sentía tan estúpido, se maldecía y no lograba entender cómo una simple sonrisa podía desequilibrar su orden, en qué momento le había dado la importancia que no debió tener.

Lavo su rostro con un ahínco especial, intentaba despejar su mente, olvidar el brillo de esos dientes, el pelo rizado que acaricio entre sus sueños, el olor del cuerpo que se impregno al suyo entre las sabanas.

Estaba irremediable y no oficialmente perdido. Temía por él, por el riesgo al que sometía a su corazón. Necesitaba de certezas q no tenía, de realidades que aún no existían, de nubes que amortiguaran un golpe casi inevitable.

Cuando ya se prestaba a salir puso música en sus oídos, de fondo sonaba “in the air tonight” en la versión de James Farelli, su melodía caló tan hondo que por primera vez cayo de cuenta en que esto era lo más lindo y puro que había visto de si mismo desde hace mucho tiempo y que no tenía interés alguno en retroceder, en negar lo innegable, en buscar excusas o defectos.

Ícaro sabía el peligro de cerrar los ojos y saltar, tenía conciencia del dolor de golpearse contra el suelo, pero no era más que lo ineludible de volar y como decía la canción: toda su vida había esperado este momento.

sábado, 16 de enero de 2010

y nunca me sentí tan bien (8)

El sol ardía con fuerza aquella tarde, la acera se derretía de a poco con el paso de sus rayos, e Ícaro no era la excepción. Su cuerpo letárgico no daba respuestas, adormecido por el calor intenso, por el magnetismo inevitable de sus pensamientos.

Se escurría entre gotas de sudor y miel, soñaba despierto con un paraíso tropical, con labios acuosos, con el abrazo sincero y frio del amor. La sonrisa despiadada de la suerte le afectaba un poco más que de costumbre, odiaba la vulnerabilidad que lo envolvía, que lo hacía humano y patético.

El tiempo se hacía tan mezquino, no le daba el paso a su desgano. La maquina incesante de la rutina lo empujaba de manera cruel a un destino que no era el suyo o al menos, no era el que deseaba. La frustración era intensa y no podía más que dar cuenta de ella, como quien reconoce lo indeseable e inevitable de sí mismo.

Necesitaba abrir sus ojos, alzar en lo alto sus brazos y liberar cada célula inerte de su cuerpo. No era tan solo una necesidad, sino que también, un deseo, una meta y un propósito. La única vía hacía su propia y original serenidad.

El verano no pasaba en vano y sutilmente revelaba aquel miedo irracional a los sentimientos, a sonreír por mirar otra sonrisa, a llorar por la quietud de otra boca, a ser susceptible a los ojos de otro.




*comienzas a despertar mi miedo