miércoles, 22 de septiembre de 2010

¿a qué sabe la soledad?

De un momento a otro los días tienen un sabor distinto, un tanto agridulce, como una mezcolanza original de soledad y plenitud. He comenzado a perder el aire en una multitud de banalidades, una pérdida incesante de tiempo, espacio, aire y luz.

A ratos creo que mis propias palabras pierden de modo abrupto toda su sustancia, mis términos se vacían de contenido y los momentos de un día cualquiera se desvanecen como un hielo bajo el sol, sin necesidad de un cielo abierto, con independencia de mi propia voluntad.

Pareciera que las calles hoy fueran más grises o la mirada de un extraño más ajena de lo común. Pero ya no tengo excusas, me veo compelido a olvidar la compasión, la alteridad o las buenas intenciones, comienzo a perder la subjetividad, la faz más profunda de mi propia existencia y la cotidianeidad se vuelve simple, tanto que duele y no tengo más remedio que reír.

Quizá es tiempo de escuchar a mi propia soledad, al menos hoy, es mas elocuente que yo.

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