Tus manos estaban presurosas. Querían, y entre tanto y tanto
que querían, se volvían torpes. Toscas e infantiles. Quise ser condescendiente.
Dejé mi cuerpo libre; abierto a tus caricias, a tus estocadas y tu frenesí. De
pronto, entre tu respiración y tu boca posada en mi mejilla, pensé que me
querías. Volteé; quería ver tus ojos esteparios, besarte con la misma
profundidad que parecías desprender de tus extremos. Responder a tu llamado y a
mi necesidad. Mas cerraste tus ojos,
evitaste mis labios y encrespaste tus brazos. Qué idiota puede llegar a ser
uno, me dije. Tú me querías como un medio, y yo pretendiendo ser un fin. Despuntaba
el alba, otra vez.