viernes, 11 de noviembre de 2011

anarquía

¿se puede comenzar algo nuevo cuando no sabes despojarte de lo viejo?
Tal parece que no, o al menos, eso parecía decir el corazón.

Ya no lograba pasar inadvertido ante tanta indiferencia, se hacía urgente deshacerme de toda esperanza mal forjada, del sequito de sueños que germinaron por mi cuerpo, y romper con todo lazo, vínculo o tejido que se negara a dejar atrás.

Me extrañaba tanto, ya no lograba distinguir, reír o prometer con la sinceridad de antes; era un material de estudio, un desecho tóxico que renegaba de su naturaleza, un alma aferrada a la felicidad mundana, a la podredumbre y las migajas.

Y es difícil, muy difícil, despedirse así sin más de tanto - o quizá tan poco-, ponerse de pie y en busca de sentido; de una razón que superara a este desgano, que hidratara a estos labios desolados y que me consolidara cómo un todo: unidad de acción, voluntad y sentimiento.

Comencé por el deseo, me pregunté qué no estaba dando resultados, busque mi soporte y dí una vuelta a mi estructura; tomé la decisión de no retirar la apuesta, de aumentar los riesgos y aposté a la rebeldía, a mi instinto animalesco para que lo rompiera todo, sin mediar en consecuencias.

Cerré los ojos, abrí mis manos y respiré muy hondo para expulsar el alma, en una especie de desposeimiento inapelable de lo que ya no sirve ni deseo. Confío en el caos, en el sentimiento por el sentimiento y en los besos que se dan en tiempos de anarquía.

martes, 1 de noviembre de 2011

desgraciado

Eres un desgraciado, es lo primero que pensé.
Me duele saber que puse mis manos al fuego por ti. Me duele entender -al fin- porqué has procedido así. Me libera sentir que esto ya no me compete a mi.