miércoles, 23 de enero de 2013

te dejé ganar.


Contigo viajar no era viajar, sino vivir. En bellas artes fue la primera cita. Al final del mismo día me tomaste la mano en el andén. Seguridad y rebeldía. Amor y juventud. Durante el viaje acariciabas mis dedos con los tuyos. Los ojos del resto pendientes de nosotros. Volaba, ya no era yo ni tú eras tú. En metro Lo Ovalle me regalaste una rosa, la primera. Nos besamos y no sé cuánto tiempo me tomó reponerme del mareo. Te abrazaba sin pudores. Una, cinco, diez, veinte veces. Te aferraba junto a mí. Te contemplaba en el silencio transitorio que se daba entre tren y tren. Contigo, cada rincón de una estación tenía su sentido. Estaba hecho para ambos. Era el refugio que nos ofrecía el ajetreo de la urbe. No importaba nada, estábamos presentes; uno frente a otro. Hoy, cuando viajo por el metro, viajo. 

martes, 15 de enero de 2013

esperanza firme.

Las palabras afloraron secas de su boca, como si la muerte habitara las paredes de su cuerpo. Fueron como espinas. Se clavaban en mi pecho tan rápido como nacían, resueltas e inclementes. La escena resultaba macabra. Limitaba su campo de visión al suelo, como si en sus pies se hallaran certezas que en su cabeza ya no estaban.  Yo, por mi parte, recogía las imágenes de su sonrisa. Los pedazos de vitalidad que guardaba en mi memoria. Fue como quitar flores de un jardín. Prendí un cigarrillo, el segundo. Tomé mi cabeza con las manos y lloré. Eran lágrimas prudentes; acalladas por el ruido de los autos y los gritos de un niño a la distancia. De pronto, posó una de sus manos en mi espalda. Sentí el patetismo. Volteé mi cabeza y lo miré. Jamás olvidaré esa última mirada. Era de vergüenza.

sábado, 5 de enero de 2013

implosión.


Mi cuerpo está encrespado. La brisa de verano  de esta noche ha perdido intensidad. La puerta entre abierta deja pasar el viento como si fuera un grito que se escucha a la distancia. Hoy, entre el camino apaciguado por la sombra de los árboles,  miré al cielo y me pareció cansado. Cansado de no ser entendido por una mente tan estrecha como la mía. Le pedí disculpas haciendo un gesto con mis manos. Las mismas manos necias que esta noche están más frías.