viernes, 31 de agosto de 2012

bajo tu cielo.


Cada vez que viajo en bus parece que volviera a ver tus ojos insistentes, por eso siempre escojo la ventana, tal como aquel día, y miro al frente en busca de  tu reflejo; de tu perfil perdido entre el paisaje, de tu profusa barba y de tus labios arqueados. Un día ordinario, uno más de la vorágine, una mañana diluida entre mis labores, así fue ese primer día. Sin embargo, todo tiene su momento bajo el cielo,  y yo, sin ser dueño del todo ni la parte de cada cosa y su lugar, debía conocerte. Debía cruzar el hilo que comenzó a colgar entre nuestros cuerpos, responder a tu llamado, y a mi necesidad.

Un primer café, una tarde fría, un invierno por antonomasia y tu rostro desafiando al mío, expectante. Una primera conversación bajo la luna destemplada. Frío, desamparo, carne y deseo. Tú, buscando en mis expresiones la respuesta. Yo, ensimismado en no perder el control, desafiando a mi naturaleza. Me diste un abrazo inesperado, para luego ser embestido por tu boca,  tu boca furibunda, heroica y adictiva.

Así caí, profundo y sin garantías, como la existencia misma. Conquistaste cada rincón de resistencia, cada pedazo de hostilidad, todo intento de anarquía y rebelión. Mi cuerpo no es sino el ejemplo de la victoria, del terreno fértil en donde se emplaza tu reinado. Te reclamo responsable de mis pensamientos, de las emociones que se alzan hacía el cielo, del brillo de mi piel, de lo oscuro de mis ojos y del calor que emana de mi vientre.

¿Sabes? Jamás pensé que acceder al universo estaba tras el roce de dos manos, tras el beso de dos bocas, o tras una noche persistente.

Te quiero, una y mil veces. 

lunes, 6 de agosto de 2012

el andamio de tus ojos.


Bienaventurado todo aquel que le tema a las miradas. Mirar parece un ejercicio común, una cuestión adosada a nuestra propia naturaleza, como quien camina, ríe, piensa o se alimenta. Pero no, mirar es un acto complejo. A diferencia de los más comunes actos de sobrevivencia, el mirar nos pone de manifiesto frente a otro, ante los ojos de un tercero de igual o superior poder, y de cara con las intenciones, sean estas claras o subrepticias. Mirar algunas veces es amor, deseo o idolatría, en otras es desprecio, odio o indiferencia. Es así, mirar no es mirar, sino expresar. Fue una mirada la que me trajo a estos parajes, la que incendió un montón de ramas viejas que ahora arden con desespero. Fue una mirada la que endulzo mis mañanas, tardes y noches. Fue una mirada la que me inclinó a escribir de lo dócil, lo pequeño y lo sencillo. Vaya poder y vaya verdad, lo humano y lo divino jamás estuvieron más cercanos.