Bienaventurado todo aquel que le tema a las miradas. Mirar
parece un ejercicio común, una cuestión adosada a nuestra propia naturaleza,
como quien camina, ríe, piensa o se alimenta. Pero no, mirar es un acto
complejo. A diferencia de los más comunes actos de sobrevivencia, el mirar nos
pone de manifiesto frente a otro, ante los ojos de un tercero de igual o
superior poder, y de cara con las intenciones, sean estas claras o
subrepticias. Mirar algunas veces es amor, deseo o idolatría, en otras es
desprecio, odio o indiferencia. Es así, mirar no es mirar, sino expresar. Fue
una mirada la que me trajo a estos parajes, la que incendió un montón de ramas
viejas que ahora arden con desespero. Fue una mirada la que endulzo mis mañanas,
tardes y noches. Fue una mirada la que me inclinó a escribir de lo dócil, lo
pequeño y lo sencillo. Vaya poder y vaya verdad, lo humano y lo divino jamás
estuvieron más cercanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario