jueves, 19 de abril de 2012

la despedida.

Tú no eres el culpable, ni en el todo ni en la parte. Soy yo quien no ha entendido, que no te pertenezco ni tú me perteneces. Disculpa el odio que de mi tú has recibido, es más injusto que la vida, más amargo que la hiel y más duro que escribir. Caí bajo, bajo y tan bajo que ya no distingo sombras, personas ni verdades. Sé bien que no eres tú el escollo del camino, la piedra hostil que detuvo el vuelo o el pérfido asesino detrás de la cortina. Tomé y abusé de tu existencia, consumí tu imagen para no constatar la perdida inexorable de la mía. Debo – y me debo— desprender de ti, o más bien, de todo lo que he creado en torno a tu nombre. Es un imperativo, un favor, un gesto y un mejor amanecer.

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