lunes, 19 de marzo de 2012

maldigo.

Qué puedo hacer para desterrarte, para quitarte de esta piel que ruega por no ser dejada en el olvido, que no puede dejar de estremecerse frente a tu recuerdo; relegada a un momento frágil, a una emoción supuesta y dolorosa. Aún soy capaz de sentir el sonido agitado de tu boca mientras recorrías cada recoveco; el peso de tus manos cuando las posabas en mis muslos; o la profundidad que le imprimías a tus ojos, como el mejor de los actores, en el mejor de sus papeles.

Malditas emociones que no encuentran complemento, que se desvanecen en el aíre sin destino; desorientadas, desconsoladas y vacías. Cual fruta fuera de su tiempo, comienzo a pudrirme de manera indeclinable, mi sabor se torna amargo, va agotándose mi vida y me repleto de trozos que han perdido su sentido. Personas, lugares, lágrimas y besos que ya no encuentran fundamento, que no se bastan a si mismos y que sólo sirven para esto, para generar un montón de letras fulgurosas.

Qué hiciste con mi voluntad, con el brillo natural y con la luna que ya no logro disfrutarlas; qué hiciste con las esperanzas, con el frío del otoño y con mi imaginación que ya no logro ni buscar. Por ahí he escuchado un par de frases naturales de que el corazón no sabe de razones, de que los vínculos pueden ser eternos cuando el amor es verdadero, o de que tocará mi puerta en el momento menos esperado. Tómalas a todas como una forma de reproche, como una maldición lanzada al alto cielo de quien ha decidido alzarse frente a toda verdad indiscutible, como un rebelde iracundo y egoísta. Recibe esta misiva furibunda como la manifestación más genuina del amor y sus brujerías.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te juro que eres seco me encanta como escribes, me quede pegada mucho rato leyendo muchas cosas viejas.
Un abrazo, espero verte pronto