Te quiero, como se quiere cuando uno no piensa en querer; es
como el cariño que se alimenta del cariño, o como un beso que se justifica por
sí mismo. Te quiero porque sí, porque no necesito que me quieras para hacerlo.
Siempre que no estás y pienso en ti, recuerdo el primer día:
estabas tú, a un par de asientos de distancia; y estaba yo, ensimismado en mis
labores. Mi conclusión es que eres una suerte de destino, ineludible y dulce, como el
de las abejas a la miel.
Me enamoré, he ahí el meollo del asunto.
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