lunes, 27 de junio de 2011

abismo

He llegado nuevamente al mismo sitio, la quebrada se me hace familiar, pero el vacio cada vez me parece menos profundo. Observo a mí alrededor y me siento libre, aliviado de errores y culpas sin sentido; me muevo con la parsimonia que dicta mi propio corazón y al alzar los brazos pareciera que la luna limitara con mis dedos. Sí, es el mismo sitio, pero la sensación es diametralmente opuesta, como si quien se parara frente al abismo ya no fuera yo, parece haberse mudado un alma nueva en el mismo cuerpo que le servía de refugio a la anterior, lo cierto es que ya no queda nada, ni la sombra ennegrecida que acompañaba mis pasos poco decididos.

Hoy ya no hay ninguna razón para no verme sonreír, me deleito con mi reflejo ante el espejo, con mis palabras depuradas del resentimiento, con la espontaneidad de cada risa; Encontré el modo de entibiar mis manos por mi cuenta, de gozar de mi propia intimidad, de extender los brazos y encontrar cientos de abrazos en los cuales reposar.

Así, el vacio ya no tiene esa pretérita hondura, hoy se me presenta como un obstáculo necio, como parte inevitable del camino, una parte a la que por cierto tenía ganas de volver, pero sé bien que el descanso era necesario, esta especie de novación y que hoy me deja así: libre y de paso firme, cual hombre que lo apuesta todo por ganar.

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